lunes, 20 de febrero de 2012

LOS CARRETOS

A veces pensamos que para quien tenga adquirir una vivienda bien sea en propiedad o alquiler tiene el tema un poco chugo, si bien siempre  lo ha sido, y más si miramos medio siglo o sesenta años atrás, cuando en los pueblos de Aliste muchas veces la emancipación se hacía imposible incluso después de casados.

Yo recuerdo, y no tengo aún muchos años, que  por los años 50 muchas parejas se casaban en los pueblos de Aliste,  simplemente se casaban, pero la pareja después de el día de la boda continuaba separada cada cual en la casa de sus padres, y se juntaban solamente para dormir, incluso llegaban los primeros hijos y nacían en casa de los abuelos. Trabajaban para la casa años y años hasta que de alguna manera podían hacer un cobijo, o heredaban  alguna casa vieja donde poder cobijarse. Tampoco era el problema de tener o no una casa para vivir los recién casados, sino que debían disponer de tierras  y animales para trabajar.  No siempre los padres estaban dispuestos a ceder un trozo de tierra para que sus hijos comenzaran la nueva vida. Todo iba muy lento. Cuando los recién casados se quedaban viviendo en la casa cada uno de sus padres, estos le podían regalar una  jatica (ternera), la cual iban recriando y si los padres de las dos partes  habían echo lo mismo, al cabo de tres años ya podían tener una pareja de vacas con la que trabajar algunas tierras de renta, alguna otra que sus padres le podían ceder.  Ya con una pareja de vacas, y si tenían suerte, estas criaban otras, y después de unos años  y con hijos ya en edad escolar se podían emancipar siempre que, o bien de renta, o bien cedida tuvieran  trozo de tejado donde recogerse.

Así podían pasar unos años  más, hasta que si todo había ido más o menos bien podían comenzar a hacer una casa.  Para hacer una casa se debía plantear a años vista, pues  se debían primero preparar los materiales siempre que de alguna manera se dispusiera de ellos.  Como bien sabemos, los principales materiales para hacer una casa en Aliste eran, piedra, barro, madera refaldos y teja.  Lo primero que se preparaba era la piedra y quizá lo más trabajoso, pues se debía arrancar de la madre roca a base de cuñas de hierro  y porras ayudados por alguna barra de hierro, a veces,  era necesario hasta romper la roca con dinamita, la cual debía ser solicitada y siempre manejada por algún experto. Este trabajo se hacía en  temporada de invierno cuando el campo no necesitaba  muchos cuidados y se disponía de días libres de otros trabajos, por lo que arrancar la piedra para hacer una casa podía llevar años.

También se debía disponer de madera adecuada, pues las vigas no necesariamente debían ser de chopo, pero si era la madera más adecuada por ser la más recta y la menos pesada. Los cantiagos podían ser de chopo o aliso igual que la chilla, luego  se necesitaban machones para hacer el sobrado que también debían ser de chopo, así como madera para puertas y ventanas.

El barro era otra materia prima, se debía  buscar un sitio adecuado de tierra pegajosa,  este barro mezclado con paja servía como mampostería para hacer  la pared de piedra.

Adobes, estos se hacían de tierra mezclada con paja amasado con agua, lo cual se prensaba  en  una horma de madera y se dejaban secar al sol, y eran usados para hacer tabique. Los adobes se hacían en el mes de septiembre siempre que el tiempo estuviera seco.

Los refaldos, son unas lonjas de pizarra que se ponen en los bordes del tejado como vierte aguas. No todos los pueblos disponen de  canteras de pizarra, se debían comprar en los pueblos que disponían de esta clase de piedra.

Cunado ya se disponía de todo esto, los materiales debían ser transportados, para eso se hacía lo que se llamaba un “carreto”. El carreto  se hacía entre varios vecinos que prestaban sus vacas, sus carro y su trabajo personal sin ningún interés, pues eran ” jeras vueltas”. De esta manera, en poco más de un día se podían poner los materiales necesarios al lado de la construcción de la casa. Unos acarreaban la piedra, otros traían el barro, y  otro día se empleaba con cuatro o cinco carros para llevar la madera a la serradora. También era necesaria la prestación personal  de otros vecinos para carga y descarga de todos los materiales. Quizá los más pesados y difíciles de manejar era la madera, ya  que podían ser arboles  gruesos que debían ser cortados en trozas largas para vigas, chilla y machones.

Un día de “carreto”, aparte del  esfuerzo físico que suponía, era una gran fiesta, pues entre el personal no faltaban chistes y bromas. También se obsequiaba a todos los asistentes con una buena comida por parte del convidante.

Esta unión de fuerza era la única manera de poder llevar acabo trabajos de semejante  envergadura en una época en que la maquinaria brillaba por su ausencia.

Gúmaro, 20 de Febrero de 2012.

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