Un buen día se
despierta el trigo lamentándose de su vida triste y austera sin que nadie se
acuerde de él hasta que no está encima
de la mesa.
Pido atención a los lectores que lean este breve relato de
las tristes aventaras de trigo, que como testigo directo de la agricultura y sus
vivencias guardo y que hoy voy a tratar de explicar, y que estoy
seguro que todos los que vivieron aquellos largos y duros veranos de hasta los
años más o menos 70 por las tierras alistanas me sabrán entender.
Después de recogerme en verano, en unas paneras me guardan y
me dejan reposar durante unos dos meses, apenas llega el otoño con piedra lipe
me queman, y con una pala de hierro me dan miles de vueltas, después me hacen en un montón, me meten en un costal y me llevan a la oja, aran con un arado y me entierran sin piedad,
apenas voy naciendo me vuelven a tapar,
(aricar) y allí me dejan solo sin
más amigos que el sol, el aíre y la helada, y así me paso el invierno. Siempre
estoy a flor de tierra, y luego en el mes de marzo ya llega la primavera. En
las primaveras frondosas sale el sol y
me calienta, y me voy desarrollando como junco en la ribera, luego viene abril
y mayo, voy echando la espiga, y cuando me ven al pasar los pájaros se detiene
y me miran. Luego llega el mes de junio, que es el mes de las tormentas, me
cortan con una hoz y me tiran por el suelo, todos me van pisando desde el niño hasta el
más viejo, luego me atan en manojos y me hacen en un montón y allí me dejan al
sol. El día que le parece se presentan con un carro y con una horca de hierro
arriba me van echando, después de ir por
un camino a una era me llevan, luego cuando les parece me desparraman por la era, y me pasan un trillo todo llenito
de piedras allí me pisan y me cortan y
cuando estoy desmenuzado me ponen en un parvón
y un día de mucho viento me tiran al alto con un viendo sacándome de la
paja y me quedo solito en cueros. Luego con una pala, me ponen en un montón, de
noche duermen conmigo para nadie me robe
y al día siguiente me recogen en
costales y otra vez a la panera me
llevan, el día que les parece al costal me vuelven a echar y cerca de un río me llevan, me tiran en una tolva y me muelen entre dos
piedras, cuando ya estoy hecho
polvo al costal voy a parar , y el día que
le parece con las piñeras me ciernen y me meten en una artesa, echándome por
encima agua que esté bien caliente, y allí me hacen una masa, y con una manta
me tapan para que duerma caliente, luego
cuando despierto hogazas me van haciendo y en un horno candente me meten. Una
vez que estoy cocido me llevan para casa, y cuando estoy encima de la mesa con
toda la familia reunida me van pasando
la navaja.
Y así queridos
lectores, termina la aventura del trigo para que sirva de ejemplo a los niños y mayores, que sin saber cómo se
cría lo comen todos los días.
Gúmaro, 6 de Diciembre de 2013