Un año más una de mis aficiones preferidas me hace regresar a Aliste: las abejas. Nunca había
tenido esta afición, hasta que hace unos 6 años descubrí esté apasionante mundo. Desde entonces me intereso
por todo lo que sea referente a estos
dulces pero a la vez espeluznantes
insectos, leo, observo y escucho, pero yo
mismo hago mis propias reflexiones.
Y no me he introducido en este mundo por el dulce de la
miel, y aunque si me gusta, normalmente
no la como por mi organismo producir
grandes cantidades de glucosa, por tal motivo paso de chuparme el dedo.
A primeros de mayo, dependiendo de la floración si el tiempo
la adelanta o atrasa, la reina pone miles de huevos fecundados, convirtiéndose
en larvas a los cuatro días, y es a los 21 cuando sale una nueva abeja. Entre
los miles de nuevas abejas también salen algunas reinas, solo una de estas
reinas formará un nuevo enjambre, siendo el resto eliminadas por las propias
obreras. El nuevo enjambre no puede continuar trabajando, dado que la casa se
queda pequeña, es entonces cuando la vieja reina cede la colmena a el nuevo
enjambre y es el viejo el que sale buscando un nuevo habitáculo, si bien antes
de salir todas las abejas se han aprovisionado de comida (miel), deben llevar comida y material para un largo
viaje, y para en el momento que encuentran casa comenzar a construir el nuevo
panal.
Casi siempre cuando un enjambre abandona la colmena, no se
marcha muy lejos del colmenar, se suele poner a escasos metros de la colmena en
cualquier rama formando un racimo protegiendo a la reina, y perdiendo su agresividad, en ese momento no
tienen que defender nada, aún no tienen una casa fija, están en la calle.
Cuando han formado el racimo, unas cincuenta exploradoras salen buscando un
cobijo donde alojarse, regresando antes de las 24 horas avisando a la colonia
con sus movimientos donde se encuentra el nuevo cobijo, es entonces cundo el
enjambre emprende vuelo, que a veces puede ser de algunos kilómetros para
estrenar su nueva casa. Antes de establecerse definitivamente limpian bien el
habitáculo, y si les gusta comienzan a construir el nuevo panal donde la reina
pueda poner los huevos.
Para mí, como yo creo que para todos los apicultores es una
satisfacción recoger un enjambre, por eso, cuando comienza la época de
enjambrazón me paso las horas de más calor del día observando las colmenas,
normalmente salen en días de calor entre las 12 de la mañana y las 7 de la
tarde. Algunas veces las exploradoras antes de salir el enjambre ya han salido
a buscar habitáculo, es por eso que a veces cuando sale el enjambre emprende
vuelo directamente hacía la nueva casa.
Las exploradoras disponen de un olfato especial que desde
lejos pueden oler la miel o la cera fabricada por las mismas abejas, por lo que una manera fácil de cazar
enjambres es dejar una colmena vieja con cera usada en sitios alejados del
colmenar. Este año cuando recogí las
alzas de las colmenas sin abejas para
invernar, las dejé con la cera en un cobertizo de una casa vieja en el casco urbano. Mi sorpresa fue que el
primer día que llegué fui a preparar
dichas alzas para llevarlas al colmenar, cuando vi que un enjambre se había
alojado dentro de una, otra sorpresa fue al día siguiente cuando volví, que un
nuevo enjambre había entrado en otra, y así hasta cuatro. Viendo todo esto con
mi escasa experiencia, he tomado buena nota para el año que viene.
No pretendo ser un apicultor para producir cantidades
industriales, como ya he comentado no debo comer miel, simplemente recoger para
el gasto familiar al mismo tiempo que puedo disfrutar del apasionante mundo de
las abejas, por eso cada mes de mayo me acerco a Aliste para vivir semejantes
aventuras.
Dicen que el veneno
de la picada de una abeja es cien veces más fuerte que la cortisona, lo cual es
bueno para quien padecemos frecuentes lumbalgias, ya que el veneno actúa como un fuerte antiflamatorio.
A veces las abejas pillan al apicultor desprevenido y
aprovechan para atacar. Ayer mismo fui a poner cuatro alzas provisto de traje
de medio cuerpo careta y guantes, y las abejas apenas salieron de la colmena, hoy fui a poner solo un alza con la misma
protección, y me picaron las que quisieron, unas se metieron por las piernas
del pantalón, otras encontraron aguejero por la cintura, en resumidas cuentas
que tuve que salir corriendo mientras me corrían por todo el cuerpo clavando su aguijón. La picada me duele como
supongo dolerá a todo el mundo por unos minutos, pero no me produce inchazón.
Gúmaro, Moveros, 21
de mayo de 2012.