viernes, 14 de marzo de 2008

El pan

En tiempos antiguos muy remotos en la mayoría de las casas se “amasaba”, no sólo en Aliste, sino en la mayor parte de los pueblos de todas las regiones de España.

Este trabajo, normalmente lo hacia la mujer de la casa. Dependiendo de la época del año se hacían más o menos hogazas, en invierno el pan aguantaba más, y en verano se quedaba más duro. Por eso algunas mujeres se ponían de acuerdo, y hacían tres o cuatro hogazas más que se prestaban entre las vecinas, devolviendo éstas, cuando ellas amasaban. Era una manera de comer el pan más tiempo sin estar tan duro, eso sí, cuando se prestaba pan ,siempre se pesaba. Yo recuerdo que el peso lo contaban por libras.

El trigo se molía en molinos especiales llamados fábricas, uno había en Doméz otro en Rabanales y como no podía ser menos, otro había en Alcañices. Hasta los años 70, iba tanta gente a moler, que que muchas veces se tenían que esperar al día siguiente, o incluso al otro, eran los años que en todas las casas se hacía el pan.

Para amasar era imprescindible tener varias herramientas o artilugios, el horno, y por supuesto harina, éstos artilugios eran: el organero, la pala, la estaca grande y otra pequeña, el rodro, el barredero, artesa y la caldera. Las materias primas que se necesitaban eran: Agua caliente, harina, sal, hurmiento y más tarde también levadura.

Lo primero que se hacía era la masa, envolviendo la harina con agua caliente, el hurmiento, la sal, y la levadura en la artesa, todo bien amasado y mullido, que después se dejaba reposar o dormir. Una vez hecha la masa, se encendía el horno, algunos tardaban más de dos horas en calentarse, para estar caliente se tenían que poner los adobes de la bóveda bancos. Cuando el horno estaba caliente, con el rodro se arrastraban las brasas hasta la boca, y con el barredero, que solía ser de trúvisco ó de escoba, se barrían las baldosas quedando éstas impias de ceniza. Ya estaba el horno a punto para cocer. Después de hora y edia o dos la masa ya estaba “despierta”, ya había crecido, y mientas el horno se había terminado de calentar, ya se habían hecho las hogazas y alguna rosca que espolvoreadas con harina esperaban en la artesa para entrar en el horno.

Al cabo de hora y medía o dos el pan estaba cocido, lo primero que se sacaba del horno eran las roscas, con éstas a veces se hacía “sopa en vino”. Para la sopa en vino, se partía la rosca en “cachos” pequeños en una cazuela y se ponía vino, azúcar y agua, esto era la sopa en vino, y se comía con cuchara.

Después del año 1970 muchas mujeres dejaron de amasar. La gente joven había emigrado de los pueblos, las familias se habían quedado pequeñas, y ya no se gastaba tanto pan. Algunos optaron por dar harina al panadero, y éste le devolvía los mismos kilos de pan, otras continuaron amasando hasta casi entrado el año 2000, y hoy los hornos ya son piezas de museo.








1 comentario:

  1. Gracias por este relato, me recuerda los tiempos cuando era niña, mi madre (porque mi padre se quedaba trabajando en la ciudad, antes no había la posibilidad de disfrutar un mes de vacaciones, sólo los domingos) nos llevaba al pueblo de Parada de Amoeiro en (Ourense) Para cambiar de aires- se decía- y para que los inviernos tan húmedos en Galicia, fuieron más llevaderos (sin catarros) Los sábados hacía el atardecer, se reunían las familias (las del pueblo y las que acudiamos a pasar el mes de Julio) a cocer el pan, cabritos y roscas...en el horno comunitario..nunca olvidaré aquellas jornadas, que aunque en la aldea hacía un calor insoportable, sobre todo para los que veníamos de la costa atlántica, pero aún así, y aún teniendo que dormir la siesta (nos horrorizaba a todos los hermanos y primos) recuierdo aquellos tiempos con mucho cariño..
    Gracias por tanto por este blogg.
    abrazos desde Galicia!!

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