Yo nací en Lober y me bautizaron en la Iglesia de Santa Marina, en cuya torre, la cruz ya no existe porque una malvada tormenta se la arrebató en el mes de septiembre del año 2007. Yo, cuando era un niño, también iba a jugar a la Moral con alguna pelota hecha por nosotros mismos con trozos de goma por dentro y con hilo de lana por fuera, o con algún camión hecho con un trozo de madera y una lata de las sardinas.
Yo también era de los que iban por las calles de Lober corriendo detrás de un aro, guiado con un artilugio hecho de alambre y un palo llamado gancho. Yo también era uno de tantos niños que todas las tardes ibamos a buscar agua con los cántaros al chariz de la era. Yo también fui a la escuela con Dª Casiana y el Sr. Pedro y jugábamos en la plaza de debajo de la escuela durante el recreo. Yo también, los días 18 y 19 de septiembre, compraba chirrilletes y petardos al Araujo y a Santiguiñas, con las pocas pesetas que conseguíamos para la fiesta de nuestros padres. Yo también pagué la media para ser mozo y poder estar en la calle después de que tocaban a la oración.
Yo también iba a echar la partida los sábados por la noche a casa del tío Sidoro. Yo también bailé en la casa concejo los Domingos de aquellas oscuras noches de invierno, a la tímida luz del candíl de petróleo, al son de aquel viejo tamboril cuyas pieles habían sido arrebatadas a un perro y labradas por los mozos más habilidosos y que lo tocaban aquellas buenas mozas que había en Lober en la década de los años 60. Yo también era de los que volteaban las campanas las vísperas de las grandes fiestas y que echaban la ronda alrededor del pueblo cantando, acompañados por la dulzaina o el fol de Paulino. Y yo también fui uno, como tantos de Lober, que un día dejaron su querido pueblo y nos fuimos a otras tierras desconocidas mirando a ver si se encontraba algo mejor. Hoy ya han pasado 36 años y yo, todavía, cada día, pienso en Lober.
Un saludo para Aliste y, en especial, para todos aquellos que, como yo, son de Lober.
Gumaro
Yo también era de los que iban por las calles de Lober corriendo detrás de un aro, guiado con un artilugio hecho de alambre y un palo llamado gancho. Yo también era uno de tantos niños que todas las tardes ibamos a buscar agua con los cántaros al chariz de la era. Yo también fui a la escuela con Dª Casiana y el Sr. Pedro y jugábamos en la plaza de debajo de la escuela durante el recreo. Yo también, los días 18 y 19 de septiembre, compraba chirrilletes y petardos al Araujo y a Santiguiñas, con las pocas pesetas que conseguíamos para la fiesta de nuestros padres. Yo también pagué la media para ser mozo y poder estar en la calle después de que tocaban a la oración.
Yo también iba a echar la partida los sábados por la noche a casa del tío Sidoro. Yo también bailé en la casa concejo los Domingos de aquellas oscuras noches de invierno, a la tímida luz del candíl de petróleo, al son de aquel viejo tamboril cuyas pieles habían sido arrebatadas a un perro y labradas por los mozos más habilidosos y que lo tocaban aquellas buenas mozas que había en Lober en la década de los años 60. Yo también era de los que volteaban las campanas las vísperas de las grandes fiestas y que echaban la ronda alrededor del pueblo cantando, acompañados por la dulzaina o el fol de Paulino. Y yo también fui uno, como tantos de Lober, que un día dejaron su querido pueblo y nos fuimos a otras tierras desconocidas mirando a ver si se encontraba algo mejor. Hoy ya han pasado 36 años y yo, todavía, cada día, pienso en Lober.
Un saludo para Aliste y, en especial, para todos aquellos que, como yo, son de Lober.
Gumaro
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