El día de la boda, desde muy de mañana los invitados estaban ya vestidos de rigor rural a la puerta de sus casas haciendo tiempo para los actos.
Cuando sonaba el primer cohete, los invitados se ponían en camino hacia la casa de uno de los protagonistas, el novio, y acompañados por el estruendo de los cohetes, los rapaces ilusionados corrían saltando paredes de los prados y cortinas persiguiendo la caída de las varillas.
La comitiva se reunía en el corral de la casa del novio, era el momento de tomar el aguardiente, cosa que los invitados no podían renunciar. Cuando se suponía que éste evento ya había terminado, y ya animados por el artesanal licor, se encaminaba la comitiva a la casa de la novia, presidida por el novio por el padre y el padrino.
Al llegar el acompañamiento del novio a la casa de la novia, las mozas invitadas cantaban los cantos de llegada:
Bienvenidos caballeros,
que esperando están por ella;
bienvenidos, bien llegados
sean todos los invitados.
Acabados los cantos, llegaba el emocionado momento de la bendición paterna. El padre siempre con emoción la despedía dándole su bendición, recordándole su vida en casa y diciéndole de la responsabilidad del cambio de vida, refiriéndose a la fidelidad a su esposo.
Este era el canto de la bendición del padre:
Arrodíllate, niña hermosa,
en éste patio barrido,
que te eche la bendición
el padre que te ha querido.
Despídete, niña hermosa,
de la casa de tus padres,
que ésta es la última vez
que de ella soltera sales.
Después, todos los invitados juntos , y los novios con sus trajes regionales, llevando él sobre los hombros la típica capa Alistana, y ella el manto de “crista”, y se dirigían camino de la Iglesia acompañados también del gaitero, en ese día no faltaba nunca la gaita.
Arrodíllate, niña hermosa,
en éste patio barrido,
que te eche la bendición
el padre que te ha querido.
Despídete, niña hermosa,
de la casa de tus padres,
que ésta es la última vez
que de ella soltera sales.
Después, todos los invitados juntos , y los novios con sus trajes regionales, llevando él sobre los hombros la típica capa Alistana, y ella el manto de “crista”, y se dirigían camino de la Iglesia acompañados también del gaitero, en ese día no faltaba nunca la gaita.
Las mozas continuaban sus cantares, refiriéndose al paso que iban a dar:
Mira, niña, lo que haces,
mira lo que vas a hacer,
que ese nudo que se hace
no se vuelve a deshacer.
El canto de éstos cantares, se iba repitiendo hasta llegar a la Iglesia. Al llegar a la puerta de la Iglesia, como era de costumbre tenía lugar la primera parte de la ceremonia. El momento más grave y Emocionante era el del “si” . Era el momento más sonado del día. En el momento que los novios decían “si quiero”,una verdadera tormenta de cohetes y bombas rompían el silencio de la mañana, ocho ó diez mozos prendían cohetes sin interrupción y se llenaba el aire de humo cogiendo la dirección del viento.
Después ya comenzaba la misa, y durante el ofertorio tenía lugar la tradicional ofrenda de la novia, unas velas en una cesta engalanada con un paño de lino que seguramente ella misma habrá hilado el lino, y el novio ofrecía una jarra de vino que también habría salido del sudor de su frente.
A la salida de misa todos le daban la “enhorabuena”, y emprendían el camino hacia la casa de la novia, ya después comenzaba la comida, había un menú tradicional, de entrada sopa de fideos a base de caldo de cocido, y no cabe duda que de bebida era el tinto vino de casa que con él se empezaba a animar la comida desde el primer momento, después venían los garbanzos, cocidos con la carne de los carneros sacrificados el día anterior, luego el plato fuerte; grandes trozos de carne cocida. Se servía en grandes cazuelas encima de las mesas provisionales que días ante habían preparado para tal fin, se ponía una cazuela cada ocho ó diez personas y todos comían del mismo recipiente.
El postre eran las típicas rosquillas de las bodas, que habían sido elaboradas por las mozas que habían sido invitadas, se lo hacían como obsequio a la novia, y las repartía la madrina.
Terminada la comida salían los novios e invitados, nunca faltaba la gaita y el tamboril todos juntaban su alegría entre la vueltas y revueltas de las jotas, baile charro, agarrao, baile llano, corrido.
Era tradición el baile de la medida el día de la boda, era un recipiente lleno de vino, y a su alrededor se movían los bailadores levantando sobre él las dos piernas, esto se hacía por la tarde a la hora de los “cachos”. Los cachos eran trozos de pan y vino que repartía la madrina y el padrino a toda la gente del pueblo. Después venia “el carro” se subían los novios y los padrinos encima de un carro, tirando los mozos de él y cantando.
Quien fuera gato ésta noche,
para entrar por la gatera
para dormir con la novia,
y echar al novio pa fuera.
Al día siguiente se hacia el segundo día de boda, que soila ser en domingo. Se hacía una comida de lo sobrante del anterior, y a media tarde el estallido de un cohete anunciaba el final de la fiesta.
Gumaro
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