miércoles, 12 de enero de 2011

El TABACO



Después de tantas idas y venidas con la nueva Ley para los fumadores ya que en todo lo que llevamos de año ha llevado a miles de fumadores a ponerse serios probando miles maneras para dejar de una vez el poco saludable y caro vicio de fumar.
Yo,  ya me considero exfumador después de ya casi 19 años sin fumar. Aun recuerdo aquel  ya lejano día 24 de abril de 1992 fumando mi hasta ahora último cigarro de “fortuna” camino del hospital aquejado de un fuerte y opresivo dolor en el pecho, el cual se extendía hasta el brazo. Todo esto me causaba un nerviosismo que hacía que durante toda la mañana llevara la mano al bolsillo y sacar el paquete de tabaco. Llegando al hospital me diagnosticaron un infarto de miocardio en fase aguda, el cual me dejó una lesión  irreparable en el corazón prácticamente del 50%.
Durante unos 20 años había sido un fumador empedernido, llegando a fumar un paquete y medio, siempre pensaba que el tabaco era nocivo para los demás, para mí como siempre me había encontrado bien, nunca me imaginaba semejante problema. Siendo sincero, la verdad es, que nunca  más me ha dado por poner un cigarrillo en los labios por eso de haber visto las orejas al lobo. No sé si mi problema de salud pudo ser provocado por el tabaco o no, yo afirmaría que si, puesto que nunca más he tenido problemas similares, pero no quiero decir con esto, que el problema esté escondido a la vuelta de la esquina. Toquemos madera.
Para mí, la nueva Ley (con matices) aprobada recientemente por el gobierno socialista, debiera haber  venido antes, aunque haya muchos que por unas u otras circunstancias piensen lo contrario. Creo que los no fumadores tenemos derecho a entrar en sitios públicos sin tener que respirar el humo de los más acérrimos.
Desde muy joven  tuve el instinto fumador, recuerdo que no más de unos 8 ó 9 años de edad, mi padre me mandaba con las vacas para el prao de los “carrascos”. Allí, con la cajilla de cerillas  en el bolsillo, recogía hojarasca de zaraza seca, otras veces eran hojas de patata secas, que liaba en papel “destraza” y luego le daba unas caladas, lo cual más que las hojas de zarza, el humo del papel ingiriendo dejaba la garganta irritada. Más tarde, ya con catorce o quince años compraba un paquete de “celtas” cortos, los cuales, recuerdo, que aunque el paquete era idéntico, había de dos clases uno que con letras muy pequeñas ponía “francino” y otro que ponía “ribadeneira”, siendo el primero más suave y más apetecible. Hasta los 18 ó 19 años era un fumador que podíamos llamar dominguero, ya que fumaba algún cigarro el domingo, y hacía durar el paquete toda la semana, y fue ya después de venir del ejército cuando el vicio me cogió de lleno. Tal era el vicio que tenía, que si alguna vez me había encontrado solo, y se me había acabado el encendedor, mientras hubiera tabaco en el paquete con un cigarro encendía otro, esto lo había hecho más de una vez.
Y no es que en mi casa no se opusieran aún siendo mi padre fumador, por eso siempre fumaba escondido, aún contado con más de 30 años si fumaba delante de mi padre o de mi madre, siempre lo hacía poniendo las manos detrás, y si los veía venir,  por respeto tiraba el cigarro con disimulo.
Hoy, me molesta el olor a tabaco,  y procuro alejarme de sitios de fumadores, y veo en ellos ahora,  lo que nunca logré ver en mí mismo.
Gúmaro, 12 de  Enero de 2011.

1 comentario:

  1. Es un tema muy complejo. No soy partidario de prohibiciones, más acordes con otros tiempos.Quizás la solución hubiese sido otra, como por ejemplo, dos tipos de licencia para los locales de hostelería. La de fumadores y la de no fumadores. En los locales de fumadores, se sirven bebidas y se fuma. En los locales de no fumadores, se sirven bebidas, pinchos y demás tipos de comida y no se fuma. Y cada hostelero sabrá que es lo que más le conviene. Y cada ciudadanito elegiría su local. Podría valer, no?

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