Una tarde del mes de mayo, cuando el sol brillaba en el alto cielo alistano por la ya avanzada primavera, me dispuse ir a mi pueblo, Lober, y dar un paseo por sus añoradas calles para mí.
Desde Moveros nos separan unos 14 klm, los cuales parece que se multiplican al no tener visibilidad hacía la Sierra de la Culebra, pero que llegando al Sierro de Mellanes puede verse a lo largo del horizonte, y en el visible valle pueden verse también las tierras de Lober.
Pues bien, llego a Lober alrededor de las cinco de la tarde, bajo un espléndido sol primaveral, mientras el canto del cuco se dejaba oír por los robledales del cercano Tomillar, y los pardales cantaban por los tejados de las viejas casas mientras la hembra seguramente encubaba los huevos. Aparco el coche frente a las llamadas casas rurales, y máquina en mano por si las circunstancias lo requerían tirar alguna foto, y me dispongo a dar el mencionado paseo por las mencionadas calles de mí pueblo.
Me detuve frente a la vieja escuela (hoy reformada y destinada a consultorio médico) y mirándola, di la vuelta alrededor, pensando lo que aquella plaza fue en algún tiempo durante las horas de recreo, y entradas y salidas de la escuela. A la salida al recreo nos daban aquella leche de polvos, no tenía el gusto de la de vaca que tomábamos ocasionalmente cuando alguna vaca criaba, y nos daban los calostros de aquellos primeros días, y que comíamos familiarmente todos de la misma tartera. Por la tarde a la salida nos daban una especie de mantequilla de un color amarillo, y que untábamos un buen rescaño de pan de la guaza, más bien tirando a duro, y espolvoreado con poco azúcar por encima.
Las rapazas jugaban a la comba con una cuerda hecha de juncos por ellas mismas que anterior mente habían arrancado seguramente en el arroyo del Valle. Los rapaces jugábamos a la “Pínguela”, juego que después se dejó por peligroso a consecuencia de una accidental lesión que sufrió uno de nuestros compañeros y q1ue a punto estuvo de perder un ojo.
Continúo la calle abajo dejando atrás la plaza y la escuela de donde tantos recuerdos guardo de toda mi niñez, y de todos los rapaces de aquella época. Un poco más abajo ya comienzo a divisar la iglesia con las campanas y el chivital, donde tanta afición teníamos los rapaces los sábados y domingos a repicar las campanas, y de donde yo en particular guardo una anécdota que ahora no me quiero parar a explicar, seguramente mucha gente de Lober aún la recuerdan dado los comentarios que por el pueblo hubo por aquellos días, y que a mí me costó unas tortas que me dio el sacerdote que era D. Antonio González(años 1961- 1962).
Tantos recuerdos de la plaza de escuela, guardo de la plaza “La Moral”, punto de encuentro de los rapaces de toda la vida. Decimos “LA Moral”, por que antiguamente había dos grandes morales en ésta plaza, ubicadas donde estaba el ya también desaparecido charíz, con su correspondiente pilón, que fue construido en el año 1957, y se destruyo en la década de los años 90.
La plaza de “La Moral” punto de encuentro también de los mozos ,todas las noches los mozos allí se reunían, tanto en invierno como en verano, donde contaban anécdotas y aventuras ocurridas durante el día, en invierno hacían una gran lumbre, donde alargaban sus veladas hasta bien pasada la media noche.
Continuo en solitario con mi paseo, aun no había encontrado ni una sola persona con quien intercambiar una sola palabra, solo continuaba escuchando el cantico de los tordos en el tejado de la iglesia, y dos burros que estaban pastando detrás de la casa de la cual yo soy hijo, un poco más abajo veo un hombre subido el lo alto de un tejado, tal vez quitando alguna gotera que hubiera visto con la lluvia caída días antes, con el cual intercambiamos un saludo y escasas palabras más, y llegando a la punta de abajo del pueblo me doy la vuelta con un montón de recuerdos en mi mente, y unas cuantas fotos en la cámara, y ya comienzo el camino de retorno hacia el punto de partida por la calle de abajo. Llegando al punto donde se encuentra expuesto el mayo, me encontré un rapa de escasa edad, el único que vi en todo mi paseo, y con el que hable escuetas palabras.
Sé que hay poca gente en el pueblo, pero no me pensaba dar una vuelta por el pueblo y no encontrar a nadie con quien hablar, pero es así, y es que yo estaba acostumbrado a ir en el mes de agosto cuando Gumaro los habitantes se multiplican.
Carretera arriba hacia balance de éste deseado paseo, el cual solo me hizo refrescar la mente de recuerdos de años ya muy lejanos.
Gumaro
Bonita historia. La verdad es que cuando en alguna ocasión me he dajado caer por Lober no siendo pleno agosto ni Semana Santa, he llegado a estar allí tres o cuatro días sin ver absolutamente a nadie. Y más en invierno, cuando a las 5 de la tarde parecé ya un pueblo fantasma y daría la sensación de estar abandonado de no ser por que ves salir humo de las chimeneas.
ResponderEliminarCreo que ya lo he dicho en alguna que otra ocasión, pero enhorabuena por este blog. Me gusta.
Hola, qué tal... buscando una foto antigua he ido a dar con tu blog y tengo que decir que me ha gustado mucho. Mi familia también es de un pueblecito de Zamora, Ayoó de Vidriales, un poco más al este pero no demasiado lejos del tuyo. Y más coincidencias, también tengo un blog similar a este, con historias del pasado que me cuentan mis padres y otras personas, reflexiones, recuerdos e historias del día a día... Como ves, un poco lo que aquí también aparece. Me ha gustado mucho encontrar este blog y seguro que lo visitaré a menudo. Un saludo.
ResponderEliminarIRM
Hola, qué tal... soy Isabel, la IRM del blog de Ayoó. He visto tu mensaje en la zona de comentarios para moderar pero no sé que he hecho que lo he borrado sin querer. Disculpa y encantada de que te hayas acercado por allí a echar un vistazo. Seguiremos en contacto!!!!
ResponderEliminarMuy buen relato, me ha enocionado
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