sábado, 11 de noviembre de 2023

 Yo no olvidaré nunca aquella mañana que abandoné aquél pueblo donde mi familia había vivido. Yo me crié allí, crecí allí, trabajé allí hasta que un día pensé de buscar otra vida pensando que fuera mejor.

Era primavera y el día amaneció soleado. El día antes había metido las mejores prendas de vestir en una maleta de madera cerrada con un candado, y un viejo cinto la amparaba alrededor. Mi padre con la burra atada en el corral le ponía la albarda y sacaba las alforjas nuevas, mientras nuestra perra “ Chispa” movía el rabo de contenta, pues sabía que cuando se le ponían las alforjas nuevas a la burra se iba de viaje o a alguna feria de las que se solía ir. Mi padre sacó la burra a la calle y subió al poyo de mayar el lino para subirse encima de la burra, yo al lado con la maleta de madera para dársela a mi padre para sujetarla encima de la burra. Mi madre al lado mientras con el mandil secaba alguna lagrima que sus ojos rezumaban me dirigía la ultima palabra, cuando llegues nos escribes unas letras que sepamos de ti
..El camino, polvoriento y trillado por el rodar de carros, pastores y ovejas, y por el que yo tantas veces había caminado, parecía hacerse ahora más estrecho. La burra que ya era vieja y conocía bien todos los caminos, marcha a su paso cambiándolo solo cuando el padre de vez en cuando, la azuza dándole pequeños golpes con las albarcas en la barriga. La perra “Chispa” va de un lado a otro espantando los “correcarriles” que a esa hora de la mañana hacen rápidas carreras por las orillas del camino. Yo alaciaba diciendo adiós con la mano a un pastor que mudaba el chiquero en una tierra no muy lejos, mientras caminando tras la burra pensando si allá en la ciudad, a donde llegaría, también habría ovejas con el sonar de sus cencerras.
Y yo mirando hacia atrás y tropiezo con una duda que cae sobre mi alma: ¿Valdrá tanto la ciudad como para dejar aquí todo esto.Las citas en el rosario al anochecer en la iglesia a donde las mujeres acuden llevando velas y las mozas con sus mejores velos y a la salida pararse comentando las anécdotas de durante el día. Y las estrellas apiñadas a millones en el cielo y el sonido lejano de las voces de los pastores retumban en las galazas…¿Habría de todo esto en la ciudad?
.Por fin llegamos a Domez, el coche de línea es un viejo autobús de la empresa Lopez Ratón que hace la ruta hasta Zamora parando en la plaza de cada pueblo a recoger los viajeros. Viajeros casi todos emigrantes unos que van a la ciudad a comprar alguna cosa, otros para en Zamora pillar un tren a otra ciudad en muchos casos sin rumbo como era el caso.
Mi padre, arrima la burra a un poste de la luz y me da a mi la maleta, yo se la llevo al hombre de la gorra con visera y este se la pasa al que está subido en la baca del autobús, nuestra perra “ Chispa” ha empezado a ponerse nerviosa, unos perros que pasan por la plaza acompañando a una mula se acercan y le ladran, “Chispa” tímida y miedosa, trata de refugiarse entre las piernas mías que con la mano abierta le acaricio en la cabeza. La perra y yo nos miramos fijamente a los ojos y un par de lágrimas mías caen sobre la mirada triste de la perra.
El hombre de la gorra con visera que estaba subiendo los bultos dice con voz fuerte y seca:
-¡Nos marchamos!
-El que no haya venido que vuelva mañana.
En el interior del autobús unos hombres ocupan ya los asientos con ventana. Una mujer ya viejita, llega ligera y cansada arrastrando una pesada bolsa que el señor de la gorra de visera sube al autobús con cara de mala gana. Mi padre y yo nos abrazamos en silencio, mi padre no tiene palabras y yo pocas. No tengáis pena padre, que si en la ciudad no me van las cosas bien pronto vuelvo pa casa
Yo ya desde el interior del autobús vi a la perra “Chispa” con las patas delanteras puestas en el primer peldaño de la puerta aún abierta. Como si me buscara y mueve el rabo como queriendo decir adiós. El hombre de la gorra con visera que entra en ese momento le da un puntapié mientras le grita: -¡chuchi fuera..! -¡coño el perro de Dios... ¿A donde querrá ir..? “Chispa”l, suelta un gruñido de dolor y se marcha con la cabeza baja hacia el poste de la luz donde está todavía mi padre con la burra, la burra baja la cabeza, “Chispa” sube la suya, y ambos animales se tocan los hocicos diciéndose con sus alientos algo que nadie oye ni tampoco nadie entiende. Mi padre se toca la boina con una mano que tiembla y la gira un poco sobre la cabeza mientras con la otra mano saca del bolso del pantalón un pañuelo arrugado con el que trata de enjugar el agua que le está nublando la mirada...
El viejo motor del autobús arranca después de varios ronroneos dejando escapar una espesa nube de humos negros y comienza a rodar perezosamente la calle abajo, dos mujeres con toquilla nueva y velo sobre sus cabezas, cruzan la calle y se dirigen a la iglesia, las campanas están tocando las últimas señales a la misa de las ocho de un día cualquiera.
El hombre de la gorra con visera guía ahora el viejo autobús de la empresa Ratón que enfila ya la carretera sobre el puente del rio Aliste, yo sin palabras, por el cristal del autobús miro mientras retiro el vaho con la mano para ver como las encinas y las paredes de las cortinas corren veloces en dirección contraria como si vinieran de vuelta escapando de la ciudad..

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