jueves, 10 de marzo de 2016

DESDE JUNIO HASTA SEPTIEMBRE


Haciendo un recorrido por el mes de junio después de la piel curtida del mes de mayo de trabajos en huertas y cortinas empieza a entrar el mes de junio con la siega de la hierba con guadaña y su recolección nada sencilla ni tranquila, por si aparecían las temidas tormentas .Y entre una cosa y otra el cavado de patatas, siembra de frejoles, plantar y regar remolacha quitar las malas malas hierbas de cortinas y huertas. Nos metíamos en los fines de Junio / primeros de Julio con la siega con hoces del centeno y trigo, que duraba más o menos hasta Santiago (25 de Julio).

El sol abrasador de las horas centrales del día obligaban a madrugar para "amornalar" juntar los manojos tendidos en la tierra para evitar que se descabezasen las espigas, no muy tarde aparecía el ama de la casa con el almuerzo que normalmente eran patatas con una raspa de bacalao, para luego y después de segar unas tres horas más se hacia una parada de nuevo para tomar las diez, una posible tortilla de patatas acompañada con cebolla y pan sin olvidar el barril del vino que había permanecido toda la mañana a la sombra del roble para mantenerlo fresco. En acto seguido los segadores después de dar un pase de piedra a las hoces emprendían la siega de nuevo mientras el " atropador" se disponía a atar las gavillas, era muy peligroso que en las horas de más calor algún posible remolino de aire hiciera desaparecer todo el trabajo hecho. Alrededor de las dos de la tarde aparecia el ama sentada encima de la burra con la comida en una pota de porcelana o cazuelo de barro dentro de las alforjas. Un cocido de garbanzos con patatas que aún llegaba caliente, y una vez se comía había un rato de siesta a la sombra del roble, y poniendo de cabecera unas ramas de roble se podía descansar un rato, el cansancio se hacía sentir por lo que el sueño, siempre que las moscas dejaran era tam bien venido como la comida, después de una hora u hora i media, el mayoral comenzaba a afilar las hoces, con cuyo sonido despertaba la cuadrilla para volver al tajo hasta alrededor de las seis de la tarde que se hacía otra parada para la merienda que ya por costumbre denominábamos "tomar las cinco", otra vez a la sombra, una sombra ya larga por la caída de la tarde pero que aún las chicharras y cigarras anunciaban con sus cánticos que el calor de la tarde continuaba vivo, después de merendar un trozo de pan de hogaza, a veces mojado con agua por ser ya un pan de días, acompañábamos un poco de tocino cocido en los garbanzos y en el mejor de los casos aún podía haber un trozo de chorizo que también acompañábamos con una cebolla teniendo siempre presente el barril del vino. Al anochecer de vuelta a casa, había encuentros entre mozos y mozas que se divertían con cánticos después de una larga velada de trabajo y sol, siempre el buen humor estaba presente.

Luego los acarreos de los manojos / haces, de las morenas de las tierras a las medas de las Eras. Concluido el acarreo, los tendidos de las parvas: Centeno, centeno con algarrobas y trigo, en forma circular. Trillos al canto, parejas de vacas tirando de los mismos, y el run,run monótono y somnoliento de los trillos con sus piedras tipo pedernales triturando la molienda de las pajas, hasta que las parvas estuvieran listas para emparvar donde estaban mezclados granos y pajas molidas; y cuando el viento soplara de abajo o de arriba(Noreste y Suroeste), sin perder un minuto, de día o de noche, con los bieldos tirando al aire contra viento, las bieldadas de paja y granos enviadas a las alturas, donde el viento era el selector: “El grano, por la ley de la gravedad, al tener más peso y menos resistencia al viento, caía en forma vertical formando el pejo de grano bajo vigilancia de las baleadoras, y la paja era arrastrada un par de metros y más, al lado opuesto del grano, donde se emparvaba para luego en carros con costanas especiales llevarla a los pajares.

Con el grano, con sendas palas de madera, las palas romas, se iba formando el muelo cónico, que luego se encostalaba en costales para llevarlos en carros tirados por vacas a los graneros de los sobrados de las casa, costales de alrededor de los 60-80 kilos y a veces más, que a hombros había que subirlos generalmente por las escaleras de los sobrados hasta la esquina del granero.

Las operaciones de trillas y transportes de granos y pajas a graneros y pajares, en Lober solían estas concluidas antes del 5 de Septiembre de cada año dependiendo si era una época buena de aire. En Lober, si se cerraba la puerta del aire para los días18-19 de Septiembre que era la fiesta en aquellos años, todavía era común que hubiera residuales de parvones de paja expuestos en las eras, que de paso, las noches de las Fiestas, servían de cobijo disimulado para los arrumacos de mozas y mozos, que en las sombras de la noche, habían abandonado el baile en las cercanías del Chariz.

Así que se esperaban las Fiestas como “agua de mayo”, luego de meses de ajetreos interminables, de mucho sudar y de poco dormir; con muy poco descanso poco comer y si muchas preocupaciones. (Luego vendría las recolección de las patatas y los aprestos de la sementera para el cierre del ciclo anual).

Y también esos días de Septiembre, eran decisivos para el “estado de ánimo del vecindario”. Si la cosecha había sido buena, y recompensaba los sacrificios de todo un año, cubriendo las necesidades de subsistencia de las familias ¡ No se podía esperar más! Las celebraciones eran mucho más animadas, y el estado de ánimo rebosaba de optimismo y felicidad. En caso contrario, sí había celebración, pero con un ánimo caído y preocupado. Así era la vida permanente de los vecinos de Aliste labradores, que eran casi el 100 x 100. Con sobresaltos y preocupaciones existenciales permanentes, donde estaban a expensas de los elementos meteorológicos; y donde las lluvias o las sequías y el agua o la falta de ella eran decisivas en nuestras vidas.

Y vamos a las comidas tradicionales de las Fiestas
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La comida del primer día de Fiesta, solía ser de algún guisado, a lo mejor de algún borrego modorro o algo así, con su vino, su café, su coñac y alguna magdalena. La del segundo solía ser la más potente:” Cocido de garbanzos con carne de ovino cocida, y o algún orejal de cerdo . Con el cocido a punto, el mismo se colaba, y del caldo sabroso y sazonado salía una sopa de fideos finos y o de pan heñido migado como primer plato, como para chuparse los dedos .Luego a los garbanzos se le añadía un polvo de pimentón y un poco de aceite de oliva además del aderezo que soltaba la carne y orejal proporcionaban una consistencia para satisfacer la panza todo el día y ¡Buen provecho! Luego vendría el coñac, el café, las magdalenas y... a la tarde el primer Baile colectivo.

Eran años donde se desconocía el colesterol, los triglicéridos, y el síndrome metabólico en general. Y no sólo los comensales lo desconocían (eran años donde tener algún kilo de más era salud), también eran casi desconocidos para la mayoría de los médicos rurales y más allá, fuera de las Escuelas de Madrid y Barcelona que empezaban a investigarlo , y una buena y abundante comida , en medio de la austeridad y la carencia, no sólo alegraba la vista, sino que rendía la voluntad del paladar.
Que recuerdos, que tiempos tan buenos.........

Gúmaro, 10 de marzo de 2016