Desde mediados de los años 60 todos hemos dispuesto de un
tiempo estival de ocio que cada uno consume a sus posibilidades, unos lo
consumen en pasar un tiempo al lado de la familia, incluso ayudar en las faenas
de recolección como casi todos los alistanos hicimos hasta no hace muchos
años, año tras año que, aun a sabiendas
de desollar nuestras manos acudíamos a nuestros pueblos de origen.
Hasta mediados de los 60, apenas unos cientos de madrileños
más privilegiados acudían unos días de veraneo para refrescarse en las playas
del norte de España, y los catalanes huían del suburbio de la ciudad para
remojarse en las cristalinas aguas de la Costa Brava. Era la época del 600 y
comenzaban a llegar a nuestro país los primeros europeos que a un precio
ridículo podían revolcarse 15 días al sol en las arenas de nuestras playas
mientras la masa obrera en España
calzando zapatillas de esparto y pantalones azules apenas teníamos de
descanso las ocho horas dominicales. Debido a la invasión europea de
veraneantes en nuestro país, se comenzaron a construir verdaderas ciudades
donde solo había campos de cultivo en toda la costa mediterránea para albergar
a todos aquellos europeos atraídos por nuestro sol, gastronomía, cultura y
folclore.
Desde mediados de los años 70 son muy pocos los españoles
que no se han pasado una semana de relax
consumiendo su tiempo libre en las costas valencianas o andaluzas, facilitando consumir
mejor este tiempo con la llegada del
IMSERSO, si mal no recuerdo en el año 1978.
El IMSERSO es un instituto que depende de los Servicios
Sociales que se encarga de programar turnos de vacaciones para los jubilados
cubriendo así las plazas que los turistas en temporada baja dejan de ocupar,
con lo cual se pretende alargar la temporada turística manteniendo así las
plazas turísticas que nuestro país necesita.
Durante los últimos
años los jubilados aún jóvenes procedentes de las reconversiones industriales
llevadas a cabo en los últimos años han tenido la oportunidad de disfrutar cada
año de unas vacaciones asumibles a su pensión, si bien, de alguna manera viene
a compensar los primeros años de vida laboral cuando calzaban las zapatillas de
esparto y el pantalón azul de trabajo durante toda la semana.
Desgraciadamente, cada vez menos gente puede tomarse unas semanas
de vacaciones. Por una parte, la escasez de trabajo no permite hacer un extra
fuera de casa. Muchos pensionistas dejan de planear vacaciones para ayudar a
sus hijos y nietos en situaciones críticas, por otra, gran parte de hipotecas
contratadas por gente inexperta en tiempos de vacas gordas, están haciendo
imposible generar unos ahorros para vacaciones. Y finalmente por otra, la
precariedad laboral cada vez más arraigada en España hace que, aparte de no
generar ahorro tampoco se disponga de
ese tiempo libre que llamamos vacaciones volviendo así a los orígenes de
pantalones azules y zapatillas de esparto.
31 de agosto de 2014.
Gúmaro