miércoles, 18 de julio de 2012

VIVENCIAS Y RECUERDOS DE ALISTE POR SIMÓN KATON ALVAREZ NACIDO EN TOLILLA Y EMIGRADO A ARGENTINA EN EL AÑO 1950


PARA LA PUBLICACIÓN, PREVIO ANÁLISIS, EN LA WEB DE ALISTE

UN SALUDO A LOS ALISTANOS, ORIGINALES Y DERIVADOS, DESDE BUENOS AIRES, EN LAS FIESTAS Y VACACIONES VERANIEGAS.

Por Simón KATON ÁLVAREZ.

Si vuelvo la vista atrás (sin deseos de estatua de sal), al verano de 1950 (y anteriores), mi último verano en España, puedo recordar casi a la perfección las tareas de los días y los sueños despiertos de  parte de las noches de aquellos duros y lejanos, pero recordados, tiempos veraniegos.

Transplantados los quehaceres de rutinas anuales, tan necesarias como imprescindibles, a este mes de Julio de 2012 (1), me vería en estas fechas de mediados de mes, todavía en la parte de la siega del centeno con la hoz; que en este año 2012, sería el turno de la Hoja de Arriba, que yo conocí siempre como de años pares. Y, supongo lo sería, desde muchos años atrás.

Con Lober de Aliste, las Hojas eran coincidentes; con Mellanes, Fradellos y Flores, todos de Aliste, los Hojas eran invertidas. Con Rabanales de Aliste, sí había raya común, pero las praderas y montes limítrofes de Rabanales eran patrimonio común del pueblo, que yo nunca conocí sembradas. En general, las tierras sembradas de la Comarca eran de propiedad privada, pero de espacio totalmente abierto, de manera que liberadas de los cultivos, hasta la nueva siembra, pasaban a ser un espacio común de pastoreo libre. De ahí la necesidad que los cultivos y las tierras libres de pastoreo, entre pueblos vecinos, fueran en todo lo posible compatibles. Es decir, que los cultivos de un Pueblo, a través de la raya común, no coincidieran con los rastrojos de pastoreo del vecino, para evitar las tentaciones y daños de los cultivos por las ganaderías vecinas. Esa normativa formaba parte del Digesto Municipal, que yo de vez en cuando de pequeño  me entretenía en leer, y luego a años vista profundicé, para los pasos previos de unas posibles oposiciones; tema en el que mi padre fue un experto por interés personal de saber, y haber desempeñado los cargos de Alcalde pedáneo en Tolilla (1931-32) y Alcalde ordinario en el Ayuntamiento de Gallegos del Río (1933-Julio de 1936).

Voy a imaginarme la reproducción de “aquellas tareas”, de un día tipo, con las herramientas en la mano desde el amanecer hasta el ir a la cama a descansar las fatigas del día, no por mucho rato.

La vigilia empezaba cuando el Alba  iba marcando su claridad en semicírculo por el horizonte del lado del vecino pueblo de Lober de Aliste, que como es natural queda al Este de Tolilla (de Aliste), mi pueblo de origen. Ese Alba muy tempranera, a veces era de claridad refulgente, y otras venía con una carga difusa de telaraña alumbrada color brasa, que los abuelos más entendidos (2) por sus experiencias, solían endilgarle “día de más calor”, que los cercanos días pasados.
De hecho, Julio era el mes más caluroso, sobre todo en los días que rondaban al de Santiago Apóstol, día 25, Santo Patrono de Mellanes de Aliste, a cuya Fiesta yo concurrí en varias oportunidades.

Los más jóvenes de la partida, nos levantábamos con desgano, dado que músculos y articulaciones de manos y rodillas, en especial las bisagras a nivel lumbar / renal ( por el agacharse  y volverse a levantar, al ritmo de las manadas y compases de la hoz), no habían tenido tiempo de la tonificación adecuada mediante el descanso. También era común levantarse inapetente, apetito que reaparecía a medida que subía el Sol y los golpes de hoz se aceleraban, en espera del almuerzo, pues  más o menos de las 8 a las 12 horas, era el tiempo de la siega con más productividad.

Recuerdo bien al romper las madrugadas, que extremadamente temprano, en nuestro caso, por la ventana del sobrado de afuera, que daba a la gran hiedra que cubría la pared que daba al Corral de Atrás, era impresionante el zumbido de las abejas que venían a libar los tempranos frutos de la misma, unas bolitas arracimadas que empezaban verdes para culminar en un color morado. Por añadidura, siempre solían anidar alguna pareja de mirlos, y de vez en cuando algún ruiseñor, que a pesar de sus bellos trinos, oficiaban de despertadores molestos, en especial para los jóvenes y cansados segadores. Los jilgueros, que también eran abundantes, tenían un despertar más soleado, aunque los cantares del vistoso macho, estaban también en la pirámide de los mejores cantores, pero todos después del ruiseñor. Los jilgueros y  los ruidosos y nerviosos negrilleros, anidaban en los sotos de negrillos u olmeras asociadas, que eran los “árboles urbanos por excelencia”, hasta que llegara la peste de la “grafiosis”, en el caso de Tolilla, allá por la década del 50/60, que había empezado en Holanda por la década de 1920.

Venía el toque de diana sin corneta, ejecutado por mi padre Pablo (madrugador empedernido, si los había) y, poco después, el toque de la campana grande, con los tan, tan, tan sucesivos, llamando a la suelta de las  vacas de los corrales en procura del armado de la Vacada, que en el caso, de este mes y año, supuesto 2012, el destino sería la pradera de las Fontaninas, con extensión a la de Ferradales, para recalar en las praderas del Río Tubal a beber agua, Río Mena abajo, y subir luego pasado el mediodía  por las cuestas de las Cortinonas hacia los Carrascones del Campo (yo me sigo imaginando dos, aunque hace años sólo hay uno), que era el recinto de las siesta de la Vacada.

Armada la Vacada, en manos de los dos vecinos vaqueros de turno, con sus dos ayudantes infantiles cargados de sueño, de los que formé parte de 1936 a más o menos 1939-40. El grupo de segadores, con la hoz acomodada en la mano-brazo izquierdo, Pueblo arriba por la llamada calle Real (había otra más corta, La Moral), camino del Campo hacia las tierras del Sierro las Corzas, encima el Camino, o las Perinquinas. Como nosotros, por culpa de mi padre, éramos de los más madrugadores, desde la parte alta del camino del Ramallal ó Ramajal, se veían al resto de las cuadrillas familiares, encarar el polvoroso camino ( pero fresco en las mañanas ), no con mucho brío, hasta llegar a las respectivas tierras (fincas abiertas) de la zona, pues era común, que por razones de madurez de los cereales/mieses, se encarara en forma conjunta y al mismo tiempo la siega de las zonas geográficas comunes.

Como no sólo de siega vive el hombre, siendo la misma consumidora de muchas energías y calorías biológicas, las mismas había que reponerlas. Como dije, la costumbre del desayuno en la madrugada era poco común; de manera que se esperaba, a eso de las horas 07:00 a 08:00, hora solar, el almuerzo. Almuerzo que traía el ama de casa, generalmente la esposa/madre ( que se había quedado en casa para prepararlo), a bordo de las alforjas cargadas en la burra de turno de cada familia, burra que venía debidamente albardada para la carga, que transportaba además a la cocinera.

Uno de los almuerzos tipo que más recuerdo, en  nuestro caso (aunque era común en Tolilla y la Comarca), era el formado por : Patatas nuevas de la Cortina de Atrás; raspas de bacalao, con espinas incluidas, que eran las grandes saborizantes; arroz a gusto a punto; un refrito de manteca-aceite con cebolla, tomate, rodajitas finas de chorizo y pimentón, que se iba infiltrando con suavidad por el camino, para llegar a punto al lugar de las operaciones. Mezcla que era trasvasada a los estómagos con cierta celeridad, para reanudar las tareas, hasta la colación de las llamadas 10:00; donde se ingería con cierta rapidez, algo de tortilla, con algo de pan y chorizo, enjuagado con un trago de vino tinto; de ahí, hasta la comida, a eso de las 13:00 ó 01:00 de la tarde ( cuando el reloj solar de referencia, que era la Peña el Burro en la Sierra la Culebra, entre Cabañas y Sarracín, enviaba la propia sombra del observador, de la Peña hacia el pueblo de Sarracín, a la derecha, mirando de frente 1/3 del recorrido), que el ama de casa había dejado en preparación en horas de la mañana, con el cálculo  del fuego necesario para la justa cocción, que casi al 100% era una logística infalible; propia de la natural intuición de las amas de casa de Aliste.

La comida solía ser, con frecuencia, alubias cocidas (a veces garbanzos) con algo de tocino y espinazo de cerdo, o algo así, que se comía a la sombra de alguna encina o roble de la misma finca, donde la mesa eran unos surcos de tierra nivelados a patadas con cholas o abarcas, para que más o menos llano, se pudiera extender sobre el suelo el rústico mantel, y poner la olla de la comida encima; dado que la olla era común para todo el corro de circundantes, que en forma acompasada cada uno iba metiendo y sacando la cuchara llena, para meterla a la boca. Luego de la comida, aligerada con algo de vino tinto, se dormía unos 30-40 minutos de siesta a la sombra de roble o encina, que eran las sombras más saludables, en las horas de mayor calor.

A eso de las 05:00 de la tarde, se volvía a repostar con algo de chorizo, jamón y pan, mezclados con cebolla dulce cortada con cuchillo ó navaja, que se entendía ( y con razón, como está demostrado) que era saludable , digestiva y depurativa. La tarea de la siega seguía, hasta mucho después que el Sol apagara sus luminarias tras los cerros de Mellanes / Rabanales, con la cortina portuguesa, que es decir el punto cardinal Oeste.

Oculto el Sol nuclear, por un largo rato quedaban esos colores rojizos  que seguían alumbrando por reflejos , hasta que la manta de la noche cubría los Cielos Alistanos, y el seguir segando, implicaba el cierto peligro que la hoz cortara aparte de las pajas del centeno, alguna falange de los dedos de la mano izquierda, sólo útil para tirársela al gato.

En esa penumbra que corría la noche hacia el Oriente, las cuadrillas, previo ordenamiento de dejar atados los manojos ó haces de lo segado, con el retorno de su hoz en mano, debidamente acomodada en brazo y mano izquierda, medio doloridos por la faena (que ya venía con las cargas, para los varones mayores, de la antecesora siega de la hierba a guadaña del mes de Junio), arrastrando los pies por el camino polvoriento, que en muchos casos los varones con pies en abarcas, como era el de mi hermano Paco y el mío, el polvo se metía por la punta de las abarcas y oficiaba como molido talco de color entre marrón y gris.

Por el camino a casa, centellaban abundantemente las luciérnagas, en sus giros de ballet desordenado, con legiones de murciélagos que con sus radares desplegados, hacían la cosecha nocturna de su sostén alimentario. Aquí y allá, unas aves nocturnas grises (no recuerdo el nombre) que se aplastaban metros adelante de los caminantes en el mismo camino, hasta que casi se las volvía a pisar, de nuevo levantaban ese mismo corto vuelo, y así sucesivamente hasta las cercanías del poblado. Por ahí en los costados del camino, desde alguna de las añosas encinas del Campo, el silencioso grito de algún mochuelo hacia los congéneres, con su algodonoso y bajo vuelo, hacia el lugar donde su profunda y angular vista había descubierto la presa.
Se llegaba maltrechos a casa, y si esa noche no había turno de riego, por ejemplo en las huertas del Alisón, tampoco había apetito; de manera que con una ensalada de lechuga, se iba a dormir. En mi caso, solía tumbarme en una larga banqueta de las del comedor, donde dormía un par de horas; luego me despertaba y recurría a la cama a la segunda corta parte de la noche, camino de la cercana madrugada, hasta escuchar el llamado de mi padre Pablo, previo a los ¡tan! ¡tan! a repetición de la campana grande de la torre de la Iglesia, accionada por el largo ramal de una soga, que colgaba desde el campanario hasta las cercanías del suelo, llamando a desalojar las vacas de los respectivos corrales para formar la Vacada de ese día.

Si por contrario imperio, había turnos de riego en las huertas del Alisón (u otras), esas tareas a mi me encantaban y no había cansancio que me excusara. Al contrario esas tareas de riego me rejuvenecían, pues desde muy niño empecé a comprender al drama que representaba la falta de agua para la economía de Aliste (3) en general, incluida Tolilla y, naturalmente, el impacto muy negativo  en la familiar, donde las patatas eran fruto esencial de la alimentación de todos los días. De ahí surgía el dicho popular, que respondía a la alimentación de la Comarca:”Por la mañana patatas, al medio día patatolas, y por la noche patatas solas ”.

En esas noches de riego de las llamadas huertas del Alisón; riego que provenía de una de las grandes azudas (azud) del Pueblo, la de la Azuda el Ancho, que también abastecía a la calienda/canal conductor del agua del Molino harinero, a cuyo efecto se había construido un terraplén de piedras/lajas calzadas las unas con las otras, al debido nivel hidráulico que manejaban los vecinos entendidos en base a sus experiencias. Cuando el nivel del agua, a través de la  corriente y su dinámica de presión, superaba el terraplén, el agua discurría por el lecho natural del Río (Mena), que metros más abajo se atajaba de nuevo, por parecido procedimiento artesanal, hacia otro retén de regaderas. Una de esas regaderas iba hacia las Huertas del Alisón; la otra, con un nivel más bajo, lateralizaba las huertas del Alisón por la parte del Río, cruzaba el entonces camino de rodera hacia Rabanales de Aliste, por la zona de la Güera / Huera, para el riego de esa zona y la llamada La Juncal.

Pues bien, en esas noches de Julio  por el Alisón, solíamos encontrarnos en el riego por turno, Brígida, Teodora y Yo; eran huertas vecinas, ya fruto de las repetidas particiones hereditarias, generadoras del famoso y destructivo “minifundio”, que tiempos atrás (como otras muchas de todos los vecinos) habían formado, juntas las tres, una sola unidad económica.

En Julio, los patatales florecidos en profusión con sus frondosos ramajes verdes, y con las patatas bajo tierra en plena formación, eran un encanto placentero, potenciado por las expectativas de “una buena cosecha”, al ser todos los habitantes, grandes y pequeños, conscientes de la importancia que las patatas tenían en la dieta alimentaria. El riego era por inundación, si bien habían surcos iniciales que se iban aplanando con la tierra desmoronada por los efectos del agua.

Era una delicia escuchar el burbujeo del agua al empapar la tierra, producido por los gases de los estiércoles orgánicos esparcidos para fertilizar la tierra antes de la siembra, más el desalojo del aire acomodado en las cavernas subterráneas de las raíces y las patatas en crecimiento, a 15-20 centímetros debajo de la superficie del suelo.
Asimismo, era divertido observar la fuga de los grillos ramas arriba de las patatas (4) , que durante el día por efectos del calor, se habían refugiado en los huecos de la tierra, que abrían las raíces de las plantas y la presión del crecimiento acelerado de los tubérculos.

Por añadidura, si la primavera había venido lluviosa, el Río traía mucho más caudal de agua, y frente a las huertas, por debajo de una puente de piedra el agua cantarina formaba una pequeña cascallera/cascajera, donde por Mayo / Junio solían desovar los “barbos” (como lo hacían los de la Juncal / Pozo el Pontón en otra cercana cascajera más extensa) situados en la inmediata azuda (azud), una azuda, que como casi todo el recorrido del Río Mena por el término de Tolilla, en la parte de la Ribera, estaba colmado de alisos con profusos y frescos ramajes, y sus raíces abundantes y entrelazadas asentadas en agua y tierra. En esa azuda, durante Julio, todavía se podían hacer buenas pescas de cangrejos a cangrejera, dado que por el calor buscaban las aguas más profundas y más frescas, a lo que contribuían en buen grado, las tupidas y frescas sombras de los alisos. Al fondo de la noche, si luna llena mejor, se escuchaban en varias direcciones los cruzados, inigualables y competitivos cantos de los ruiseñores, siempre con sus nidos en las cercanías del agua.

Río abajo, con la azada/sajo al hombro camino de la Puente de Arriba, parte de la Calzada (de Arriba), escuchando parecidos trinos de otros ruiseñores, interferidos por el volumen de los de algún mirlo. Subida al sendero peatonal de las Cortinas de tras las Casas ( con patatas, muelas y garbanzos en gestión verde), salto por la pared del Corral de Atrás, escalera normalizada del sobrado de fuera, y a la cama a dormir, siempre y cuando (antes del DDT, luego prohibido) no saliera algún chinche de su madriguera, que con su mordedura rabiosa dejaba listas las uñar para el rascado de la aureola epidérmica. La mañana no tardaría en llegar, para repetir las rutinas de cada día en esos densos meses de verano ¡ La Vida en Aliste de los referidos tiempos así lo exigía !

Es entendible, que para la mayoría de los descendientes de Aliste de las nuevas generaciones, en gran mayoría nacidos en otras latitudes, estos relatos de modos de vida le resulten muy extraños. Pero conste que la vida en la Comarca era así. Así de sencilla, así de complicada, donde a partir de los 5-6 años había que empezar a asumir adecuadas responsabilidades de colaboración familiar, para contribuir en todo lo posible con la precaria y difícil subsistencia.

Y esto es una pequeña muestra, pues en carencias y necesidades de medios de comunicación, instrucción, sanidad y cobertura social, no existía nada, de nada. En la gran mayoría de los pueblos de la Comarca, empezando por el mío, no había luz eléctrica (yo en Tolilla, de donde salí en Abril de 1951 para Argentina, no la conocí). Tolilla tuvo Escuela y Maestros allá por 1930, Flores y Fradellos avanzados los 40; los caminos, de caballerías y roderas, fangales en invierno y polvorientos y llenos de socavones en verano. La salud ¡Ah la salud ! Estaba sujeta a los principios darwinianos de Evolución y adaptación de las especies:”Sobrevivían los más aptos”. Y así eran las condiciones de la Vida en la Comarca ¿De qué se murió fulano, fulana, etcétera ? De un ataque, de un cólico miserere, de…¡No se sabe…!

Pero como dice el refrán :” Lo que no mata engorda”, que en términos actuales quiere decir “ fortalece”, pues el engordar de antaño era sinónimo (falso, a la luz actual) de salud. De manera que esos estados crónicos de necesidades, convertidos en “angustia existencial”, del permanente rogar al cielo y llorar al suelo, de los vecinos de Aliste (que lamentablemente no eran los únicos), fueron creando un biotipo, aparte de bastante endogámico, por el minifundio imparable, perseverante y luchador; teniendo claro que entre el desear y el llegar, hay un duro camino de voluntad, esfuerzo y trabajo. Y cuando el desarrollo económico global hizo posible la movilidad social, la Comarca (como otras muchas), fue liberada por el “gran éxodo” hacia otras muchas latitudes, que como todo éxodo en todos los tiempos, siempre lleva consigo un alto grado de carga traumática, en especial el desarraigo familiar en su primera fase. Pero obtenido el cociente de Beneficio/Costo (e), el mismo ha sido ampliamente favorable.

Aliste es Historia. Pero en los Cementerios de la Comarca, están concentrados los genes de casi todas nuestras generaciones precedentes. Y de la misma manera que nuestro ADN mitocondrial, refiere una identidad de no menos del 99,99 %, la fidelidad a las raíces, siempre tiran y enlazan los sentimientos.


¡Felices vacaciones! Veraniegas para el Norte, Invernales para el Sur, y en el Medio para los residentes Tropicales.

Buenos Aires, 17 de Julio de 2012


Un abrazo.

Simó

NOTAS:

(1).Yo en forma oficial, comencé a segar con la hoz, luego de algunas pruebas en Julio de 1939, con 09 años, donde alternaba las funciones de aguatero para la muy reducida cuadrilla familiar de la siega, con algunas tardes de tanto en tanto, que dedicaba a la pesca de los cangrejos en el Río (Mena), para el propio consumo, con la dotación de la docena de cangrejeras que poseía. Pesca reducida a un par de azudas, más profundas y sombreadas por los alisos ribereños, con agua más fría, donde los cangrejos  y su amplia reproducción se iban refugiando a partir del mes de Junio, cuando empezaban los calores fuertes. En 1940, potencié la participación en forma voluntaria, casi a pleno, para pasar definitivamente a la acción en el año 1941.De 1942 a 1944, era un buen segador, y del 1945 al 50 (mi última siega) un segador excelente. También llegué en esos años a la excelencia en la siega de la hierba con guadaña, superando en mucho a mi padre, que era bueno; asimismo, de los mejores en el arar, tanto en la paridad de los surcos, como en la derechura de los mismos, los longitudinales, los atravesados en pequeña diagonal de desagüe, o en diagonal profunda, tomando como referencia algún punto lejano fijo, enfocado en la muesca – era el punto de mira – de la parte de arriba del yugo que uncía a la pareja de vacas, que tiraba del arado, una versión moderna del antiguo arado romano.

Sobre estos elogios señalados, decía Cervantes por boca de Don Quijote, en el Capítulo XVI, Segunda Parte, en el relato del Caballero del verde gabán, el rico don Diego de Miranda:”…y puesto que las propias alabanzas envilecen, esme forzoso decir yo tal vez las mías, y se entiende cuando no se halla presente quien las diga…”. Pero bueno, yo lo cuento, porque ya no tengo abuelas que lo puedan decir, ni padres que lo puedan testificar y, de los de mi generación, en el escenario de origen, ya quedan muy pocos que lo puedan contar.

(2).En esos remotos años, no había televisión, ni noticieros, ni otros medios que difundieran el tiempo que hacía, ni previsiones del tiempo por horas, días y semanas. Sí había presagios de los que acumulaban años en las espaldas, en función de las experiencias de la vida.

No obstante algunos vecinos, en Tolilla mi abuelo Simón lo compraba cada año, adquirían un pequeño calendario, un opúsculo, que se llamaba Calendario Zaragozano para todo el año. El mismo día por día, traía las horas de salida y puestas del Sol y de la Luna, las fases de la Luna, y una serie de consejos prácticos para las siembras, las podas, las plantaciones, los injertos y otros consejos prácticos. España se dividía en regiones, y les iba asignando fenómenos meteorológicos obvios, a lo que solía suceder en las distintas latitudes: Lluvias en Galicia y el litoral cantábrico, casi todo el año; tormentas y granizo por Mayo Junio  en muchos lados; heladas y nevadas en el invierno; calores en verano, con largas sequías; lluvias torrenciales por Agosto-Septiembre en el Este peninsular, y cosas por el estilo. Era una recopilación informativa de lo que solía suceder, en los distintos lugares, expresado por los habitantes con experiencia a través de varios años antecedentes.

Que dijera que del 20 de Julio al 05 de Agosto, en el Noroeste de la provincia de Zamora iba a hacer mucho calor, de día y de noche; o que los viñedos del Sur del Duero y cultivos aledaños de las Tierras del Vino, podrían ser afectados por el granizo de Mayo a Julio, era una obviedad, pues sí podía suceder, y de hecho de vez en cuando sucedía. Si por desgracia granizaba, el calendario acertaba, y si por suerte no pasaba nada, nadie se acordaba.

Algo parecido a un médico obstetra, renombrado por los aciertos de pronosticar el sexo de los embarazos en curso y consulta, en función de unas variables de auscultación y revisación de las embarazadas. Se cita como hecho real en el Buenos Aires de antaño. Cuando las embarazadas venían a la consulta, y le preguntaban qué iba a ser ¿varón ó mujer?, el galeno le contestaba con total seguridad ¡ Será mujer, le decía ¡ Él médico llenaba una ficha, en la que entre otros datos ponía: Sexo: Varón. La inversa, mujer, si había pronosticado varón. De esta manera, si el médico había acertado, la familia divulgaba el acierto, y era un genio. Si se había equivocado (+-50%) vendría el reclamo, pero ¡claro!, él recurría a la ficha, y decía: No, está equivocada ¡Mire! Le mostraba la ficha (donde había asegurado varón, había escrito meses atrás mujer, o la inversa, según las promesas).De manera que  la mitad eran aciertos, y el otro 50%, no eran equivocaciones.

(3).Yo tengo muy presentes las sequías de 1943 a 1945, en especial la del 45, donde en el término de Tolilla se secaron todos los manantiales ( a excepción de la Fuente del Pueblo, de agua ferruginosa, sita en la parte baja del Campo, fuera del Pueblo), y desde 1943, en el lugar del Río Mena denominado Los Llenaderos, seco total con el limo del fondo resquebrajado por el calor, hubo que cavar un pozo bastante profundo para llegar a una napa de agua subterránea que estaría relacionada con la que surtía al Pozo de Arriba y al Pozo de Abajo, que también se secaron. Algunos pocos manantiales no se recuperaron, o cambiaron de curso, eso a pesar del año muy lluvioso de 1946, lluvias que habían comenzado en los últimos meses de 1945.

Fueron años muy angustiosos para los vecinos de Aliste. Hubo escasez de todo, empezando por un invierno 44 / 45 muy seco, la primavera ventosa y seca, de manera que sin pastos ni hierba en los prados para el ganado: ovino y bovino; casi nada de legumbres ni hortalizas, con una pésima cosecha de patatas, pocas y raquíticas.
Lamentablemente esos ciclos de sequías se repetían con bastante frecuencia, y los ánimos comarcales se caían por los suelos.

(4).Allá por los años por los años 1942-43, los patatales que siempre en Aliste habían gozado de buena salud, resistentes a las plagas, allá por el mes de Junio, florecidos o a punto de florecer, de la noche a la mañana aparecieron muchas plantas de patatas con todas sus hojas desaparecidas, por el roído de unas orugas glotonas. En las primeras observaciones aparecieron una especie de pequeños escarabajos amarillentos con rayas y pintas negras, llamado dorífora o escarabajo de la patata; en la parte opuesta de todas las hojas, gran cantidad de huevos, que se convertían en larvas, que comían las hojas, luego se enterraban, y reaparecían como nuevos escarabajos. Era su ciclo vital, y desde muchos años atrás en los EE.UU de Norteamérica, ya venían combatiendo la plaga, dado que allí al parecer comenzó a fines del siglo XIX en el Estado de Colorado.
El combate o pesticida aplicado a la agresiva plaga por las tierras de Aliste, hasta por lo menos principios de 1951 (fecha de mi viaje a la Argentina), era una solución acuosa de arseniato de plomo, con la que se pulverizaban las plantas en crecimiento de los patatales. Sin duda era un elemento tóxico, no sé en qué grado. Tampoco sé si se siguió aplicando, o siguió el camino del famoso y pernicioso DDT, el liquidador final de todos los insectos ¡¡¡La solución definitiva!!! Poco después, se determinó que era portador de una toxicidad incompatible con la Vida; naturalmente se prohibió para el uso masivo, pero el bienhallado Dicloro-Difenil-Tricloretano quedó circulando por el ambiente por mucho tiempo, y a ciencia cierta, no se sabe de cuántas muertes de personas y animales ha sido causante, pero seguro de muchas. De cualquier manera, ha sido un elemento tóxico más, de los muchos productos de la industria farmacéutica, que son la panacea, y años después son prohibidos por los daños producidos en la salud. Son retirados del mercado, pero el negocio y los daños ya estaban hechos ¡ Que pase el siguiente !

Buenos Aires, 17 de Julio de 2012.SKA.///